lunes, 17 de septiembre de 2007

El Sur

Once de la mañana en la plaza de abastos. Se acerca una señora sonriente al puesto de los frutos secos y, negociando con el vendedor, ve a una amiga comprando:

- ¡Hola!, ¿qué?
- Aquí, gastando
- Llena de razón, oronda, sonriente: Digo, gastando porque se puede, porque tenemos, cuando no tengamos, a pedir

jueves, 13 de septiembre de 2007

You oughta know

Primeras lluvias del otoño que viene: las de otros otoños que ya puedo contemplar sin herirme. Pero, esta canción, su letra, tu increíble belleza, aquellas lluvias, mi felicidad, me muerden el pecho y siento algo parecido a las lágrimas, que no es llanto, ni lluvia de otoño que viene. Es la pura vida.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Serenísima República III

Las ramas inmensas de eucaliptos, plátanos, tuyas y castaños, empujadas por el viento, zarandeadas, curvas, elevándose. Las hojas y su roce, el crepitar dormido de los troncos.
Esa fuerza imbatible que nos confirma.

martes, 4 de septiembre de 2007

Serenísima República II

Aún estaba oculto un rostro del Paraíso: el olor del magnolio florecido casi sobre el mar, confundiéndose con el olor a mar, el olor a boj y el del estiércol. Y, por encima de todos, el olor a tarde, el olor a mediodía. Esos olores, flotando sobre el clamor de los árboles y los gritos del viento.
(Lunes, 3-9-07, lunes, 22:05)

lunes, 3 de septiembre de 2007

Soledad

Lo había visto con su perro. Hoy embarcaban los dos en la tarde quieta. En el crepúsculo paseaba los campos y el cachorro lo seguía mordiendo una cuerda blanca. Solo y presente, voz rota.
Hay algo en los locos y en los solos: el hombre puede ser un dios nuevo que vuelve a crear la realidad, hombre entero.
(Sábado, 1-9-07, 21:25)

Muerte

En el fulgor vegetal de esta tarde cantábrica, dorada, verde, azulísima, ha muerto en la carretera un joven. Empezaba su vida a ser digna y victoria. La tarde, ajena. Los valles, el silencio, el esplendor.
Pienso en una idea de Leonardo: lo que yo quiero es hacer milagros.
Entre el absurdo y la maravilla, esta vida extraña.
Los árboles en Vermont y New Hampshire ardían suntuosamente, con un lujo que de no ser vegetal sería intolerable. Eugénio de Andrade.
(Jueves, 30-8-07, 21:30)