Era otra vez la vida
Ayer, por segunda vez en tres días, camino de la Escuela de Idiomas, ya caída la noche, olían los naranjos que crecen delante de la sinagoga: el aroma quieto, lento del azahar y, al levantar los ojos del suelo para ver el milagro, los botones blanquísmos sobre las hojas verdes. Era otra vez la vida, que dice el poema de Cernuda.