martes, 4 de septiembre de 2007

Serenísima República II

Aún estaba oculto un rostro del Paraíso: el olor del magnolio florecido casi sobre el mar, confundiéndose con el olor a mar, el olor a boj y el del estiércol. Y, por encima de todos, el olor a tarde, el olor a mediodía. Esos olores, flotando sobre el clamor de los árboles y los gritos del viento.
(Lunes, 3-9-07, lunes, 22:05)

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