lunes, 19 de abril de 2010

España

Ay, España. Pongo la radio y debaten si la dictadura acabó o no, (sic). Mis alumnos, al ser preguntados por la Guerra Civil, hablan de un tiempo muy lejano, perdido en las nieblas de la Historia, olvidado, estéril. Ay, España, cuando te toca ser moderna, avanzar, darte de alta en esa Gran Europa de la que un día fuiste corazón, te dedicas a desempolvar los espadones del abuelo, a pasear las fantasmagorías cruentas de los hunos y los hotros.
Siempre que España ha alcanzado un nivel óptimo, remontando, subiéndose, y llega el momento de mantener ese esfuerzo, continuarlo en paz, serenamente, trabajando con orden, comprometiéndose con la honestidad, en ese momento supremo, siempre España se ha perdido en sus laberintos imbéciles.
Para no desfallecer, hay que soñar en una tercera España, donde esa tríada del "paz, piedad, perdón" de Azaña, sea un comienzo y el sueño de una Europa civilizada, la meta. Pero somos un país incivil, acomplejado, en el que toda mediocridad tiene su asiento. Y habrá que pensar cómo hacerlo, porque nos va en ello el futuro.

sábado, 10 de abril de 2010

Japonerías

Hace unos días, al llegar, las ramas del ciruelo estaban cubiertas de flores, cuajando de blanco las ramas verdes y largas. Desde los ventanales, las flores pequeñas devolvían y doblaban la luz de las mañanas primeras de abril. Ahora estamos ya a día 10, han pasado los días de descanso y las ramas están sólo verdes. Otro ciclo florecido, decía Cernuda de los espinos en flor.
Las ramas ya desnudas de flores, y el tiempo, constructor y maestro.

viernes, 9 de abril de 2010

Córdoba

Para que volvamos otra vez a ser hombres, que esa blancura nos cierre la boca, que las calles mudas nos hagan quietos, que lo estrecho nos de altura y que nos marque el alma lo bello. ¡Oh excelso muro, patria y flor!

Carlos y las naranjas

Esta luz que tiene la Historia dentro te da en la cara, Carlos, cuando paseas la tarde cordobesa. Todos los siglos te doran la piel, pequeño hombre nuevo, que has venido con tu pequeña luz de no sé qué reino en paz. Pequeño Carlos, el Guadalquivir, su fértil llano y los naranjales de Palma del Río te alfombran de azahar las blancas calles para que tú las pasees. Pequeño Carlos, por las tardes, sobre el manto blanco de azahar, rumoroso de vida, de paz y de blancura.