domingo, 30 de septiembre de 2012

Sevilla

     De Sevilla, de sus calles abiertas, de sus cielos, del tesoro oculto que todavía no he encontrado, de lo que será. De Sevilla y sus noches eternamente noches. De todo lo que perdí. Perdonado por Sevilla, donde siempre hay un camino: el Señor cárdeno en San Lorenzo, siempre esperándome. Acercarme, aunque sea un instante, y ver Su cuerpo encarnado, Su poder, Su perdón. De Sevilla y de su río, de su grandeza sencilla, de sus tardes claras. De Carlos, ya con tres años, loco y fuerte. De mi juventud perdida, de mi adolescencia que sigue allí ardiendo en alguna esquina con el aire calmo de la noche amable. De Sevilla, donde  todo lo que perdí y todo lo que olvidé, están esperándome, ahí, al alcance de mi mano.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Días

Días para vivir una vida lenta, con el alma asombrada de encontrarse. Las mañanas se van despacio, entre cafés y conversaciones. Una cerveza al sol. Comer poco, mientras va la tarde rindiendo la mañana.  Vivimos despacio las horas y la vida de verdad se asoma, entrevemos su presencia, porque hay dolor y amor, y porque , mientras  vivimos bien, el mundo está bien hecho.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Covadonga, II

Con una fe extraña, cierta, regresamos una vez más, otro año más, a la cueva de Covadonga. Allí está la Señora mirando las montañas, y eso es una certidumbre que han sentido las generaciones de mi sangre y que siente mi alma perdida de hombre. Allí está la Señora, mirando el Tiempo.
Encendemos las velas, pedimos perdón, sentimos alegría.
Pensamos que guardaremos la imagen de la  Santina de Covandonga, vestida este año de verde , un año más. Sentimos que esa esperanza nos guardará.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Adiós, Paraíso

Para mis hermanos

Adiós, Paraíso de cielos altos; adiós a los colores puros y a las brisas frías. Adiós al Ideal, a la tierra buena, al país de la lluvia y del sol pacífico. Adiós, palacio de altos cristales, tan alto, fino y nervioso.
Adiós a mi juventud que aquí, este verano, he abandonado. Vuelvo a la niñez que aquí, en toda su pureza, está para mí conservada.
Hasta luego, Paraíso. Que tu verdor me guarde un invierno más.

Tres villas como tres palacios, tan altas, finas y nerviosas como castillos, se miran en la ría. El pasajero en Lugo, Álvaro Cunqueiro.


lunes, 3 de septiembre de 2012

Arena

Deshaciendo el equipaje, encuentro en el fondo de un bolso que utilicé en los días del verano para guardar toallas y bañadores, restos de arena. Arena dorada del Cantábrico, casi blanca, finísima y oro. No todo se pierde, pienso, también la vida, a veces, viene a buscarnos, a regalarnos toda su hermosura. Nos deja, de cuando en cuando, prendas de su fulgor, para que no olvidemos a dónde podemos llegar, de dónde venimos. Arena de oro en las playas  atlánticas de agosto, arena de oro en mi cuarto de septiembre. Para que no me olvide de su brillo de joya pura, necesaria y gratuita.