Arena
Deshaciendo el equipaje, encuentro en el fondo de un bolso que utilicé en los días del verano para guardar toallas y bañadores, restos de arena. Arena dorada del Cantábrico, casi blanca, finísima y oro. No todo se pierde, pienso, también la vida, a veces, viene a buscarnos, a regalarnos toda su hermosura. Nos deja, de cuando en cuando, prendas de su fulgor, para que no olvidemos a dónde podemos llegar, de dónde venimos. Arena de oro en las playas atlánticas de agosto, arena de oro en mi cuarto de septiembre. Para que no me olvide de su brillo de joya pura, necesaria y gratuita.
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