domingo, 30 de septiembre de 2012

Sevilla

     De Sevilla, de sus calles abiertas, de sus cielos, del tesoro oculto que todavía no he encontrado, de lo que será. De Sevilla y sus noches eternamente noches. De todo lo que perdí. Perdonado por Sevilla, donde siempre hay un camino: el Señor cárdeno en San Lorenzo, siempre esperándome. Acercarme, aunque sea un instante, y ver Su cuerpo encarnado, Su poder, Su perdón. De Sevilla y de su río, de su grandeza sencilla, de sus tardes claras. De Carlos, ya con tres años, loco y fuerte. De mi juventud perdida, de mi adolescencia que sigue allí ardiendo en alguna esquina con el aire calmo de la noche amable. De Sevilla, donde  todo lo que perdí y todo lo que olvidé, están esperándome, ahí, al alcance de mi mano.

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