martes, 17 de agosto de 2010

Carlos y el mar

Las tardes del Paraíso no se acaban. Pasadas las once de la noche, todavía una luz milagrosa colorea de tinieblas el horizonte cantábrico. Carlos, ya vencido del día, descansa, los ojitos fijos y somnolientos. Tras sus ojos, en la ría, está el dios de las aguas.
Esas horas con Carlos al lado del mar, paseando, viéndolo empezar a caminar, reírse, abrazar, darnos vida, son una forma muy alta de la felicidad.
(31 de julio de 2010)

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