miércoles, 14 de julio de 2010

Unos árboles

Hace poco leí que quien quisiera la felicidad constante debería acostumbrarse al cambio constante. Frente a mis ojos, en la casa cantábrica, ha desaparecido el bosque, las altas tuyas majestuosas que se mecían solemnes con la brisa, que tapizaban de verde mi mirada, que eran atravesadas en los veranos cantábricos por el oro líquido del atardecer. Ahora mis ojos ven sólo cielo, tierra.
Pasar página. Buscar otra belleza. Todo es para bien.
(10 de julio de 2010)

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