lunes, 16 de noviembre de 2009

Rabia

A veces me invade una rabia contra mí mismo, y esta rabia me mantiene vivo. Está el mundo destrozándose en su esplendor y la vida abierta, como una flor carnal, y la mente a pájaros, demadejada, perdiendo el tiempo en sus cavilaciones. Pero viene la vida a despertarnos: mi pequeño amigo de tres, cuatro años, ha besado hoy a su padre en la mejilla. Mientras su padre le ayudaba a vestirse, y al quedar la mejilla del padre frente a su boca, le ha estampado un sonoro beso. La inocencia del niño, su espontaneidad, su candor y su verdad, han desarmado al padre que le ha devuelto, silencioso y lleno de amor, un beso a su hijo. Sin palabras, carne con carne. Ese niño, en los vestuarios, habla con todo el mundo, nos dice que no nos duchemos con el agua muy fría, se mira al espejo y , tras peinarse su pelo rubio, dice "¡qué guapo estoy!", siempre está atento, curioso. Porque es la vida, en estado puro, hacia delante siempre, ávido de cosas. Y la ternura de su beso me ha llegado a mí también un poco, llena de verdad y de paz. La vida esta, siempre desmintiéndose, siempre ganando.

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