sábado, 19 de septiembre de 2009

Los muertos

Ayer tarde, limpiando la cocina, encontré dentro de unas tazas del fondo de la alacena una nota que, con su proverbial ternura y disparate, había colocado Teresa dentro de una de ellas. Dice : "estas tazas son para Marcos", con una letra grande y clara de maestra antigua. Unos meses antes de morir me nombró su sobrino y su sobrino, en deuda de amor, la acompañó en sus últimos días.
Preside el salón de mi casa una foto pequeña de mi abuela Pilar. Tendrá en ella veintidós, veintitrés años. El pelo corto, una airosa melena rozando casi el cuello, enmarca su mirada extraña de mujer hermosa. Esos ojos líquidos y pequeños a los que no vi morir. Esa mirada absoluta que traspasaba el pecho y que a mí y a mis hermanos nos edificó moralmente.

Todos los domingos los nombro: Pilar, Benigna, Bernardino, Pepe y Teresa, la joven Pilar del Paraíso, mi alumno Alberto, ...

Su silencio es para mí elocuencia.

(18 de septiembre)

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