miércoles, 2 de septiembre de 2009

Vacío

Hoy ya estará vacío el Paraíso. Toda la veraneantada habrá regresado a sus casas en el laberinto de la ciudad, y calles, caminos, cielos, todo estará solo. El cielo mismo, que será hoy más azul y más vacío, sabrá que le esperan diez, once meses de silencio y su color refulgirá aún más con esa promesa de soledad. Siento ese silencio lleno ahora que no estoy en el Paraíso y pienso en el Paraíso.
Hoy mismo, de estar allí, saldría solo a la calle y en la terraza de la cafetería tomaría un café en taza grande de desayuno, sentiría ganas de fumar un cigarro y saborear el tabaco entre la humedad y el fresco de la tarde cantábrica. Seguro que un jersey me abrigaría, o la cazadora de entretiempo, y sentiría esa hermosa soledad del Paraíso, diciendo hola, saludando a los conocidos y amigos que ya lo fueron de mis padres y de mis abuelos. Después un paseo, mirando el agua, obsevándola, acompañándola, aprendiendo olvido. El Paraíso es en estas fechas un vacío exquisito hecho de luz amortiguada, de cielos plateados y aguas brillantes y grises. Que lo diga mejor Cernuda, que también estuvo en el Paraíso unos días del verano de 1935:
Pero Santiniebla tiene en cambio la ría. Cuando a la caída de una de esas tardes de verano se baja la senda que desde lo alto de la colina lleva hacia el malecón, el denso perfume del mar, el misterioso grito de las gaviotas sobre la brillante superficie de las aguas, solo encrespadas allá entre las sombrías rocas que guardan la entrada de la ría, entonces yo os aseguro que poco accesible será a la naturaleza quien no sienta sus pupilas entubiadas por las lágrimas.
Luis Cernuda, "En las costas de Santiniebla"

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