jueves, 26 de noviembre de 2009

Adviento

Hace ya muchos días que quería hablar de la Navidad en el Sur, desde el primer día que , en el jardín de la casa de mis padres, sentí el hielo de la luz blanca y la pureza de cristal del sol de la mañana. Las mañanas de otoño frías en el Sur, con las cosas renacidas a fuerza de transparentes y puras, con los bordes de la realidad recortados sobre un universo quieto.
Estos días he sentido a mi lado historias reales de Navidad que podría haber descrito Dickens, pero que son vida misma: hambre, los ojos de los chicos negros apostados en los kioscos, que uno no puede mirar sin vergüenza y culpa, mis alumnos pobres y alegres, el candor, la pureza.
Así que ya he sentido el Adviento, ya está aquí esta luz triste y dorada, estas naranjas de Lukus, como faroles amarillos del invierno, este frío discreto, ya está la lluvia y la búsqueda de un hogar.
Un alumno canario me repite sin cesar estos días una copla popular canaria que su padre le ha enseñado. Él no la entiende, pero yo la conocía ya de labios de mi santa abuela Pilar, esos versos son como sus manos, que todavía siento. Para todos, que os dejen ganas de llorar por tanta hermosura y por tanta pureza:
A la mar fui por naranjas,
cosa que la mar no tiene.
Metí la mano en el agua,
la esperanza me sostiene.
(El último verbo es "mantiene", pero prefiero "sostiene")

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio