jueves, 19 de febrero de 2009

Oriente

Del día de hoy, un día entre los días, recordaré el sol potente de mediados de febrero que inundaba el patio de recreo. Toda la fiesta estuvo bañada de luz: por las ventanas, rendijas y puertas entraba una claridad de ya primavera. También recordaré a mis alumnos mayores vestidos con batas blancas, como químicos novatos, su gran seriedad, el interés profesional con que me mostraban las trucos que la Física hace con cargas eléctricas, imanes y tubos conductores. Mis alumnas de Letras, llenas de una inmensa alegría, vestidas de divinidades griegas -Gea, Afrodita, Artemisa,...- y un Zeus barbado y cano, el único alumno varón entre todas las mujeres. Un precioso dragón chino articulado recorriendo los patios. Mis compañeras vistiendo saris de color celeste y oro, azafrán y encarnado, kimonos rojos de seda barata. Caracteres chinos, haikús. Los tres monos sabios -Kikazaru, Iwazaru, Mizaru-, que en nuestras paredes, reproducidos con grafitii, ven, hablan, oyen. No sé si era la luz nueva o el día de descanso sin actividad académica, no lo sé, pero la certeza fue clara: felicidad absoluta de estar vivos, privilegio de ser joven entre los más jóvenes, luz de la cultura, vencido el invierno por nuestra propia luz.

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