Viernes Santo
El herido de Dios y humillado.
En la nave lateral de la catedral y en la calle fría de la tarde, la soledad y la serenidad de M.V.A., demorando su mirada en la magnificencia pequeña de la tarde, del frío, del sol clemente, de lo que habíamos oído en los Oficios.
Tú, dándole vida y verdad a los templos.
Al llegar a casa, había brotado la primera flor en la celinda.
Pedimos en la liturgia: "Danos, Señor, una vida confiada y serena".
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