Normalidad
Ellos caminan delante, abriendo y guiando el paso de sus esposas. Niguno de los cuatro ha pasado de la mitad de los treinta. Su elección vital ha dejado ya huellas indelebles: la grisura casi soez de ellos, la ramplonería de ellas y de sus risas amortiguadas. Ellos, insignificantes, delante; ellas, inútiles, detrás.
La obligación marcada a fuego en nuestra especie de forjar nuestro propio destino, arrostrando lo desconocido, entrando más adentro en la espesura, nos permite despreciar a quienes han elegido vivir una caricatura de la vida y amar a los raros, a los vivos, a quienes son.
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