Imperio de la luz
Hay una tarde de marzo en la que sentimos que es ya irrevocable la llamada de la calle: la luz vespertina vence y abre las horas últimas del día y el aire se va haciendo más material y pesado que en los días de cristal de enero y febrero.
Esa tarde fue ayer. Con el alma nueva recorríamos la costa, viendo el poder y el imperio de la luz nueva. Luz que, sin saberlo, hemos estado esperando en las cavernas del invierno. Luz que nos abre el tiempo del gozo y de la vida.
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