viernes, 7 de agosto de 2009

En el Paraíso

Estoy mirando el manzano, una pequeña vid, un peral, el suntuoso limonero cuyas hojas son, ahora que atardece, de un amarillo chino casi fluorescente. En un rincón, las rosas florecidas, pujantes sobre la tapia, que han credido solas y suficientes al abrigo de la lluvia minuciosa y el sol suave de esta tierra. Las plantó la mano y el silencio de mi abuela.
Aquí, en el Paraíso, todo tiene un orden, su color, un silencio exacto, su ser pleno.
Comienza ahora el atardecer del último día de Julio. El sol blanco intenta atravesar la muralla majestuosa de las nubes cantábricas. Y sobre la costa gallega, en la otra margen de la ría, aparece lo que llamábamos, cuando adolescentes, "el ojo de Dios".
(31 de Julio. La entrada anterior es del mismo día)

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