Sobremesa de Julio
Son las cuatro pasadas de la tarde y mi abuela sube a dormir. La sobremesa es silencio azul, brisa fresca, sol cristalino. Hay un dios tranquilo pintado la tarde, que nos deja vivir y el tiempo no existe.
La fecundidad de esas horas muertas -que vuelven a mí, bajo este sol, también cantábrico y de Julio, pasados los años-, como el emblema de la vida.
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