martes, 5 de junio de 2007

Corpus

Comenzaba ya el calor aplastante. La mañana era limpia y honesta, la tarde humana, demasiado humana, extraterrestre, y el crepúsculo volvía con la serenidad y los inmensos cárdenos dorados de la vega. Al anochecer, la noria y las luces, al fondo. Recuerdo esos días, llenos de pavor y de promesa. ¿Dónde están?

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