sábado, 19 de julio de 2008

Luis Cernuda

Muchos de sus versos están metidos en mi cabeza desde hace años. Sus perfumes carísimos, sus perfectos trajes y el pelo impecable siempre y los ojos oscuros de dolor. Sus palabras perfectas, en un español de difícil sencillez. Hace unos días leí estas palabras conmovedoras que sobre Cervantes escribió : ...quienes sólo afecto, admiración y respeto sentimos hacia él. No tengo sino alargar mi brazo y alcanzar su libro para tocarme con Don Quijote, hablándome y acompañándome como nadie en este mundo me habló ni me acompañó jamás. Enfermo de literatura y enfermo de vida -qué reveladora esta reflexión en un ensayo sobre Juan Ramón: desde su torre de marfil pudo otear allá abajo a los hombres que se afanaban miserablemente y cuyos afanes nunca compartió ni le interesaron- hay algo en él, hombre y poeta, que me conmueve siempre, quizás su aceptar entero el dolor y transformarlo en más vida. Valgan estos versos:
Pero tu y yo sabemos,
... cuánto vale una noche como ésta, indecisa entre la primavera última y el estío primero,
este instante en que oigo los leves chasquidos del bosque nocturno,
conforme conmigo mismo y con la indiferencia de los otros,
solo yo con mi vida,
con mi parte en el mundo.

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