sábado, 19 de julio de 2008

David

Tiene nombre de rey y no ha cumplido aún los seis meses. Su risa y sus brazos rubísimos tocándome y buscando refugio en mí fueron un bálsamo para mi alma, porque sin las malditas palabras -sin pensamiento, sólo piel con piel, verdad con verdad-, me conmovió. Sus enormes ojos azules me miraban sin pedir nada, sin decir nada, sin palabras, y recostaba en mi pecho su cabecita dorada. Y ese peso suave, su piel oliendo a vida y a ternura, me pusieron otra vez en medio de la vida, pensando qué insignificante y qué grandioso este vivir nuestro, qué llenas de silencio la bondad y la verdad y la belleza.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio