domingo, 25 de diciembre de 2011

Un camino en el bosque, junto al mar.

La senda iba haciéndose intrincada, a un lado el agua de la ría, enfrente los árboles sorprendidos, porque nadie en esa mañana de vísperas de la Navidad había penetrado en su recinto sagrado: árboles, musgo, helechos, un camino apenas trazado en la tierra húmeda, el olor a frío y a sal del mar de la ría, más allá del bosque. Entrábamos los cuatro amigos en busca de musgo, de un abeto, carpinteros de quince años, intrépidos y buenos. Ese olor a tierra, a eucalipto, a mar limpio, a frío, a mañana de diciembre, florida y dichosa, es la Navidad, es el Tiempo. Esa pobreza, ese presente puro, que los años devastaron y transformaron en otra pureza más triste, la de comprender, aceptar, perdonar.


Felices Pascuas, a todos.

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