jueves, 8 de septiembre de 2011

Covadonga

Llevo el amor a esta Señora sonriente en la masa de mi sangre. A mi sangre me debo, a la fe de mis mayores. Arrodillado ante Ella, cada año, después de besar la medalla que toca Su manto, la miro. Contemplo su rostro sencillo y solemne, el Niño que nos muestra, la roca que nos salva.



Antes de abandonar Asturias, nos llevaron ante Ella. Mi abuela Pilar nos acompañó. Sólo le pido que me deje mirarla como mi abuela la miraba, sencilla y solemne, las manos férreamente entrelazadas a la altura del pecho, los ojos vueltos al suelo. Sólo le pido a la Santina de Covadonga, una vez más, ahora y siempre, que nos guarde debajo de Su manto. Amén.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio