lunes, 1 de noviembre de 2010

El mundo

El mundo que yo amo está ahora en el vértice de su fulgor. En el norte, un otoño de oro y calidez ha dejado el cielo más azul preparado para el frío de Todos los Santos, con las tardes puras y el aire puntiagudo y plata. Aquí, en el sur, la luz es ya baja, translúcida, como un finísimo cristal que envolviera la realidad y la hiciera frágil y más verdadera aún.
Ya está el mundo envuelto como un regalo maravilloso, puesto ante nuestros ojos, plata y cristal, frío y humo fragante en las tardes. Ya el mundo es mi mundo.

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